viernes, 31 de agosto de 2012

Mi amigo Charles y la Petit Chaperon Rouge



“La niña bonita, la que no lo sea, que a todas alcanza esta moraleja,
mucho miedo, mucho, al lobo le tenga, que a veces es joven, de buena presencia,
de palabras dulces, de grandes promesas, tan pronto olvidadas como fueron hechas.”

El paso del tiempo y las diferentes versiones han edulcorado, suavizado, y sobre todo  ampliado el relato original, pero el cuento de Caperucita Roja es una auténtica bestialidad. Como por otra parte sucede con tantos y tantos relatos del folklore europeo que con el tiempo se han transformado en cuentos infantiles.

Y es que si hay algo que tienen las leyendas europeas medievales ( pues es en esta época cuando se generan la mayoría de los relatos que serán transcritos por escritores posteriores) son dos características fundamentales. Son tremendamente conservadores, reaccionarios, retrógrados en lo moral. Y son claramente amenazadores, moralizantes por el miedo. Pretenden, y consiguen, asustar ante todo. Y eso en una sociedad llena de guerras, peste, hambrunas y tremenda desigualdad que ya daba mucho miedo de por sí.

Caperucita es ,por un lado una historia de terror como Dios manda, vamos. Un cuento cortísimo ( no ocupa más que una sola página, si llega, tal y como podréis observar pinchando aquí) y que finaliza en el momento en que la niña es devorada por el lobo. Sin más. Sin cazadores redentores que aporten su happy end.

Y por el otro, tal y como se deduce de la moraleja incluida tras el relato a modo de epílogo con la que inicio este post, ( que habla de lobos jóvenes y de buena presencia) se trata de un relato con una clara temática sexual implícita. Otro pequeño detalle es que Caperucita, en la versión de Charles Perrault, se acuesta desnuda con el lobo ( al que cree su abuela) . Este detalle de desvestirse antes de acostarse se eliminará en la versión políticamente correcta de los hermanos Grimm, que también añadirán el desconocido personaje del cazador-salvador, aportando el edulcorado final feliz de la historia.

Moralina conservadora  asociada al miedo. Ambos elementos   han pervivido hasta nuestros días y son perfectamente perceptibles en el subgénero de terror cinematográfico para adolescentes. Quien haya visto “Scream” “Pesadilla en Elm Street” o “ Se lo que hicisteis el último verano” o cualquiera de los innumerables productos de consumo masivo de Hollywood, podrá constatar que la adolescente más golfa, la que viste más provocadora o la que se acuesta con el noviete a escondidas es la que muere primero y entre terribles sufrimientos.

La primera vez que el nombre de Caperucita Roja aparece escrito es en el relato del mismo nombre de Charles Perrault en su volumen, publicado en 1697, llamado “historias y cuentos del pasado”. ( también conocido como “Los cuentos de mamá gansa” debido a la ilustración que aparecía en su portada)


Y ese es  un gran logro del autor. Recoge distintas tradiciones orales que hablan de una historia de una niña devorada por un lobo, aportando Perrault  la roja prenda de vestir característica y, de algún modo, dándole una imagen. Otorgándole, de esa forma, continuidad.

Poco imaginaba nuestro Charles que la historia le recordaría por este libro de historias infantiles y no por su total de 46 obras, ocho de ellas publicadas póstumamente, de contenido mucho más sesudo y profundo.

Y es que  Charles Perrault no era un cualquiera.  Era el hermano de Pierre Perrault, recaudador general del estado y de Claude Perrault, arquitecto que entre otros trabajos, realizó los planos del Observatorio del rey de Francia. Su familia pertenecía a la burguesía acomodada, hizo posible que gozara de una plácida infancia  y su paso por  las mejores escuelas de la época. Licenciado en Derecho, logró , con trabajo duro , con el transcurso del tiempo, y, por qué no decirlo, con ciertas dosis de peloteo , labrarse una carrera profesional de inmenso éxito en la administración pública.

Secretario de la Academia Francesa desde 1663, En 1671 es nombrado académico, en 1672 es elegido canciller de la Academia, y en 1673 se convierte en Bibliotecario Mayor de la misma. Meteórica carrera a la que no es ajeno el hecho de ser el protegido de Colbert , el famoso consejero real de Luis XIV. Sin embargo cuentan que en las reuniones de la Academia, Boileau, su archienemigo personal, se reía de él a sus espaldas por su folklorista pasión por la  transcripción de relatos orales para niños. Bendita afición que sin duda le otorgó la inmortalidad, el reconocimiento  y el cariño de millones de lectores.

Y es que uno quiere pensar que, sumido en un aburrido y gris mundo burocrático, el reverso que constituía el universo de fantasía poblado de hadas, brujas, ogros y princesas constituyó para el autor una auténtica tabla de salvación.

Nota Final: Mientras estoy escribiendo este texto, a las 2:20 de la madrugada, una joven británica, sola, de apenas 20 años, excesivamente maquillada y con su pertinente disfraz de holidays-in-Ibiza- consistente en un minivestidito semitransparente, bolso y sandalias, se acerca a la recepción y me pide que llame a un taxi. Recojo su llave, la pongo en el casillero, y tras cinco minutos de conversación intranscendente sobre el día lluvioso de hoy o lo que le va a costar el taxi hasta el Amnesia, no puedo evitar despedirme , a riesgo de meterme dónde no me llaman, con un paternalista “ Please, be careful “. Y, que queréis,  yo también tengo una hija.

Salud, Paz y Amor a Todos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creía que ibas a hablar de "nuestro amigo Charles", ese que protejerá a tu hija (o mía, depende de si la ha liado parda o ha aprendido a leer una palabra nueva)hasta pasados los 30 cuando siente la cabeza y baje del podium de Amnesia.
Mamá

Anónimo dijo...

Proteger, con g de grafía.
Perdón

fritus dijo...

No te preocupess, ya iré yo al Amnesia a buscarla. Papi.

RGAlmazán dijo...

Querido amigo, magnífica ilustración sobre tu amigo Charles y la roja caperucita.
Carmen, una de mis hijas hizo una tesina sobre Caperucita, que leí el verano pasado. Si te interesa, dímelo y te la hago llegar.
Un abrazo