miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿nunca fuimos nación?. Volumen2. La real Indignación. Diezmo de horca sin estrépito de justicia.

El post que ahora sigue es continuación del anterior, y, asimismo, es el primero de una ( preveo larga) serie sobre el fin de la “nacion catalana”. Sobre el fin de las libertades, constituciones, fueros y privilegios del Principado de Cataluña acontecido tras la derrota de 1714.

Es -como no-, largo. Y tan o más largos preveo los siguientes posts de esta serie dedicados a la ocupación militar del Principado ( 1713-1714), las listas negras, ejecuciones ejemplares, poblaciones quemadas, toma de Barcelona el 11 de septiembre, y represión posterior. Así que, si alguno de los amables lectores se toma el detalle de seguirlo hasta el final, le estará enormemente agradecido en esta vida y en la otra.

Está trufado de citas literales de documentos históricos. La finalidad de hacer esto no es apabullar al posible lector, sino convencerle, mostrarle como ante un espejo, que los hechos realmente ocurrieron, no son una fabulación mítica del siempre imaginativo nacionalismo catalán, dispuesto a inventarse un pasado a medida.

El fin de la nación catalana, será relatado paso a paso, y confirmado con palabras que salen ( en la mayoría de las citas, excepto unas pocas que aparecen en edición bilingue catalan-castellano) de la pluma y de la boca de los vencedores, de los ejecutores del intento de su desaparición en la memoria colectiva

He ahí el relato, de los infortunios acaecidos hace casi trescientos años y que cambiarían definitivamente nuestro futuro. Espero, sinceramente, que su lectura os resulte interesante:

“…Si algunos miqueletes u otra gente tuvieran el bárbaro arrojo u osadía de querer defenderse (…) contra mis armas, daréis orden al comandante del cuerpo de las tropas(…) para que les haga intimidar, y si no se rinden en el término de dos horas se les pasará a todos a cuchillo, y se haga ahorcar a los que se defendieren, pues además de merecer este castigo como rebeldes obstinados, convendrá se exercite assí para escarmiento de los otros”
(Carta conteniendo órdenes de su católica majestad Felipe V de Borbón, “El Animoso” al Duque de Pópuli, comandante en jefe de las tropas de la campaña de sometimiento de Catalunya de 1713 a 1714. Archivo General de Simancas, Sección Estado, libro 413, folio 3 vuelto, 3 de abril de 1713).
( En la imagen, recreación de los “miquelets” milicias rurales catalanas en la guerra de Sucesión).

EL FIN DE LA NACIÓN CATALANA.

CONTEXTO HISTÓRICO:

La guerra de Sucesión a la Corona de España, (1701-1715) , ocurrida tras la muerte sin herederos del último Habsburgo español, (Carlos II llamado “el hechizado”), es un hecho ampliamente estudiado por los historiadores, pero con un prácticamente inexistente reflejo en los manuales de los estudiantes de secundaria en mi generación, que es en muchos casos también la vuestra.


En el libro de texto en el que servidor estudió en bachillerato, la guerra y sus consecuencias no merecieron siquiera un par de párrafos, y ese pasar de puntillas no refleja para nada la capital importancia que tendrá en nuestra historia ese conflicto bélico que supone el advenimiento al poder –absoluto- en España de Philippe d’ Anjou, más conocido como Felipe V, y de toda su descendencia, la casa de Borbón, reinante en España a fecha de hoy.

Ese olvido no es gratuito. Ese olvido podría tener dos claras motivaciones.

La primera obviar que la casa de Borbón ( no lo olvidemos, reinante hoy) toma definitivamente las riendas de España tras un largo baño de sangre que se cobra, según solventes estimaciones, la cifra nada desdeñable para la época de 1.400.000 vidas humanas, (…poca broma).

La segunda, porque significa tener que aceptar que la idea de España tal y como la conocemos hoy ( básicamente con una hegemonía en lo cultural y en lo político de la meseta sobre la periferia y una desaparición absoluta de las instituciones protodemocráticas de los antiguos reinos hispanos) no es eterna.

La concepción político –administrativa de España tal y como hoy la conocemos nace entonces. La España que los nacionalistas españoles reivindican y contra la cual los nacionalistas periféricos despotrican nace entonces. Hasta elementos anecdóticos o casi decorativos de la imagen del Estado parten de ese momento……. La marcha real ( hoy himno nacional)

se compone a principios del siglo XVIII. La bandera rojigualda de hoy, se diseña y se adopta como enseña nacional española en el siglo XVIII.



La creación de una Real Academia de la lengua Española, se decide en 1713 (entendiendo y asimilando bajo la denominación de lengua española única y exclusivamente a la castellana) , es una identificación que nace entonces y que ha perdurado hasta hoy…( Hasta el hecho de perder Gibraltar es de entonces…).



La guerra de sucesión es un conflicto bélico importantísimo, (ya hemos hablado de las vidas que se cobró) y reviste carácteres de conflicto poliédrico:

-Fue una guerra mundial (o internacional si agrada más este adjetivo) entre Francia de un lado e Inglaterra, Holanda y el Imperio Germànico de los Habsburgo por el otro.

-Fue una guerra para mantener la Monarquia Hispánica y su papel ( entonces) como potencia mundial.

-Fue una guerra civil en el seno de la Monarquia Hispánica. La Corona de Castilla apoyará las pretensiones francesas y la de Aragón las anglogermànicas.Vista desde esta última perspectiva, como guerra civil, España se divide en dos bandos irreconciliables. Los partidarios del pretendiente Borbón, -Felipe D’Anjou, nieto del Rey Sol- básicamente la corona de Castilla,


y los partidarios del pretendiente Habsburgo, -el Archiduque Carlos-, básicamente la Corona de Aragón. (Aunque esta identificación por territorios admitiría matizaciones por la existencia de personas y/o territorios “traidores” en uno y otro bando).




En Cataluña, la actitud de la población es favorable a Carlos de Austria por varios motivos: por un lado, el mal recuerdo que tenían los catalanes de los franceses desde la rebelión de 1640 que tuvo fin con la firma de la Paz de los Pirineos (1659) entre los reyes de Francia y España, y que acabó significando la cesión de ¼ de la superficie de Cataluña a la corona francesa, ( comarcas del Roselló, el Conflent , el Capcir y parte de la Cerdanya, lo que hoy constituye el departamento francés de Pireneés Orientales) y la esperanza de que una derrota de las armas francesas devuelva la situación al antiguo estado de las cosas. (Como hoy todos sabemos la hoy conocida como “ Catalunya francesa” jamás se recuperó. Hace más o menos el mismo tiempo que la perdimos que el que perdimos Gibraltar, y su extensión y población son un centenar de veces mayor, pero todavía es la hora de que algún sector del nacionalismo español la reclame, o ni tan siquiera la añore.)

Por otro, y este es el motivo decisivo, la intuición de que los Austrias siempre habían respetado en sus imperios las instituciones de autogobierno de los antiguos reinos preexistentes. (Intuición confirmada por casi tres siglos de experiencia reinando en España y que con el Archiduque Carlos se vio ratificada posteriormente con el Pacto de Génova firmado en junio de 1705), actitud diametralmente opuesta al centralismo borbónico de inspiración francesa, que acabará trasplantando a España el modelo centralista francés.

Tras doce años de combates, el bando que resultó vencedor fue la coalición franco-española, defensora del candidato borbónico, Philippe d’Anjou-Felipe V. Ahora bien, volviendo a su consideración de conflicto poliédrico, cabe señalar que la guerra acabará en dos momentos cronológicos diferenciados.

Primavera de 1713. El primero tiene lugar con la Paz de Utrecht, (10/7/1713) que tuvo como consecuencia una desmembración y reparto entre las potencias intervinientes de gran parte del imperio español. Así pues, en 1713 Alemania-Austria, Holanda e Inglaterra cesaron las hostilidades. Es el fin de la guerra desde un plano intereuropeo.

Pero los vencedores ejércitos borbónicos franco-españoles ni tan siquiera habían puesto los pies en Catalunya, que permanecía declarándose fiel al bando austriacista. El fin definitivo de la guerra requerirá una total ocupación militar del territorio catalán, que no se producirá hasta un año y dos meses después, en septiembre de 1714. Y que no será fácil.

CONTINUACIÓN DE LA GUERRA A ULTRANZA

Catalunya seguía vinculada al Carlos VI por el Pacto de Génova y esperaba que sus instituciones de autogobierno fuesen preservadas, ya fuera mediante la conservación del territorio catalán unido al Imperio alemán o por las negociaciones del emperador en Utrecht. Sin embargo, la suerte de Catalunya ya estaba decidida en los preliminares del Tratado de Utrecht, entre los que figuraba un acuerdo secreto por el que los austriacos evacuarían el territorio. De esto no se informó a los representantes del gobierno catalán, a los que la emperatriz consorte, Isabel de Brunswick, -regente de España con corte en Barcelona-, les garantizó en repetidas reuniones la conservación de la legislación e instituciones catalanas de autogobierno.

Contra todo pronóstico, y en esa situación desesperada, Catalunya no capitula.

Entre el 30 de junio y el 9 de julio de 1713 se reúne en Barcelona la Junta de Braços, que después de muchas discusiones y vicisitudes, decide continuar la resistencia a ultranza del territorio de Catalunya y la defensa de sus privilegios legales y sus constituciones.

“ Qui podrà persuadir-nos a que, en un sol jorn, volgam consentir que s’ensenyori per sobre els Catalans la vanitat i violencia castellana? Quedi desenganyada la fàtua presumpció dels ministres de Madrid, idó vegin nostre valor, i experimentin a la seves expenses que no ha decaigut en un punt ni l’esperit ni l’honor de la nació catalana”



“¿Quién podrá persuadirnos, a que en un solo día, queramos consentir que se entronize sobre los Catalanes la vanidad y violencia Castellana? quede desengañada la vana presunción de los ministros de Madrid, pues vean nuestro valor, y experimenten a su costa que no ha decaído en un punto,ni el Espíritu, ni el Honor de la Nación Catalana”
(Fragmento del discurso del Diputado Manuel de Ferrer i Sitges, miembro del del Braç Militar de Catalunya 6 de julio de 1713.)

“...Es fa saber pel present pregó i edicte que l’Execelentissim i fidelíssim Principat de Cathalunya...ha deliberat continuar la guerra...per conservar les Lleis, Constitucions, Privilegis, Honors Costums i Prerrogatives”

“...Se hace saber por el presente pregón y edicto que el Excelentísimo y fidelísimo Principado de Catalunya...ha deliberado continuar la guerra...para conservar las Leyes, Constituciones, Privilegios, Honores, Costumbres y Prerrogativas”
(Bando de Guerra publicado por el Consell de Cent de Barcelona el 9 de julio de 1713).



En julio de 1713 los ejércitos borbónicos franco-españoles del Duque de Pópuli inician la definitiva ocupación militar de Catalunya, que se alargará durante 14 sangrientos meses.

Por el otro lado, el 7 de julio de 1713 el mariscal Guido Stahremberg, jefe de los ejércitos austriacistas y la práctica totalidad del ejercito austroalemán, en cumplimiento de la Paz de Utrecht, abandonan la península. Catalunya se queda sola en la guerra.

“ Sin pérdida de tiempo se haga marchar y adelantar a distancia de cuatro o cinco marchas de Lérida y Tortosa, tanto las tropas que han de salir de Aragón para Cathaluña, como las que se han de introducir en aquel principado por Valencia”
(Archivo Histórico nacional, Sección Estado, Rollo 440.2, Ordénes del Príncipe Albert Octave de T'Serclaes a José de Grimaldo, ministro de Felipe V).

A partir de este momento, se produjo un “relevo” entre las guarniciones salientes austriacistas y las recién llegadas borbónicas, en la mayoría de los lugares de Cataluña la retirada imperial era seguida de manera inmediata por la llegada de los soldados borbónicos:

El día 2 de julio los alemanes evacuaron Cervera, y el mismo día la ocuparon las armas del rey Phelipe, con orden del Duque de Pópuli para que al mismo tiempo que los aliados van executando la evacuación, se internaran las tropas con sólo dos cuerpos, uno a ocupar Tarragona y otro a presidiar Barcelona con 25.380 hombres”
(Del libro de Francisco de Castellví y Obando, “Narraciones Históricas” .1749)

Por medio de esta apabullante presencia intimidatoria, en breve lapso de tiempo se consuma la ocupación de Catalunya por el ejército borbónico, en unos contingentes inicialmente estimados de 25.000 soldados españoles y 17.000 franceses, que posteriormente se reforzarán. Desde esta posición de superioridad militar indiscutible, el estado mayor borbónico hace llegar un ultimátum a los defensores de la ciudad sitiada de Barcelona, en el cual les insta a una rendición inmediata. Un corneta se presentó delante del portal de Sant Antoni de la muralla, y transmitió el siguiente mensaje:

“Se haze saber a la ciudad de Barcelona que si en todo el día de (h)oy, 29 de julio de 1713, no abren las puertas a las armas del Rey nuestro Señor, dando la debida obediencia, no sólo no les valdrá a sus naturales el indulto que la gran benignidad de su majestad les tiene concedido, sino que tratándoles como a pertinaces rebeldes, experimentarán todo el rigor militar”
(Biblioteca de Catalunya. Annals Consulars, III, folio 18, 29 de julio de 1713).

La respuesta de las autoridades de Barcelona a este requerimiento fue categórica, y no dejaba lugar a la duda sobre la voluntad de resistir, confirmando la resolución de la Junta de Braços

les injustes amenaçes i desusat estil del Duc de Pópuli, alenten i no amedrenten els cors dels ciutadans, i les portes i plaça de la ciutat de Barcelona s’han tancat i defensat del enemich i aquesta ciutat i tot lo Principat prosegueix la guerra consegüentment a la innata fidelitat que conserven a son Sobirà”

“las injustas amenazas y el desusado estilo del Duque de Pópuli, alientan y no amedrentan a los corazones de los ciudadanos, y las puertas y plaza de la ciudad de Barcelona se han cerrado y defendido del enemigo y ésta ciudad y todo el Principado prosiguen la guerra como consecuencia de la innata fidelidad que conservan a su soberano”
(Biblioteca de Catalunya. Annals Consulars, III, folio 18 vuelto).

Esta actitud decididamente resistente fue recibida con incredulidad por los miembros del alto estado mayor borbónico, que calificaban de demencial la decisión de oponerse al impresionante despliegue militar de los sitiadores, un desafío intolerable a la autoridad de Felipe V

“La resolución que ha tomado la ciudad de Barcelona es insolente, e insensata, una increíble y loca resolución”
(Archivo Histórico Nacional, rollo 433-2, 14 de julio de 1713, cartas de Tiberio Garaffa i del Conde de Fiennes a José de Grimaldo, ministro de Felipe V).

Una vez formulado el ultimátum, y conocida asimismo su negativa respuesta, la estrategia del estado mayor Borbónico para obtener la rendición de Barcelona fue establecer un férreo control de todos los accesos tanto por vía terrestre como por vía marítima.

“…se hará cuanto pudiere para bloquear la plaza de Barcelona, y empezar la circunvalación por tierra, ocupando el terreno con cinco o seis cuarteles, los cuales, por vía de líneas de circunvalación, se comunicarán entre ellos, pero lo más esencial es que la plaza quede bloqueada por mar con la mayor celeridad que fuera posible, con una escuadra de seis fragatas de 30 piezas de cañón cada una, y otra de seis galeras para el mismo fin”
(Archivo Histórico Nacional, Sección Estado rollo 433-1, carta del Duque de Pópuli a José de Grimaldo, ministro de Felipe V).
LA “REAL INDIGNACIÓN”

En realidad, la decisión de resistir de la ciudad de Barcelona era una decisión no prevista. Alteraba completamente los planes del estado mayor borbónico, que había esperado, tras la evacuación de las tropas austroalemanas y el estado de indefensión de los catalanes, que la evacuación sería un sencillo paseo militar.

“…En cuanto a Barcelona, se está de inteligencia de que no hay en aquella plaza tropas regladas de los enemigos, y que el pueblo es dueño de ella , y que no es de esperar que se opongan a mis armas y soberanía, pero no obstante, (…) caso de que no conviniesen esa entrega, y los de Barcelona tardasen en venir a rendir la obediencia les hará intimar a que se entreguen, con la amenaza de que si dentro de tantas horas( las que podáis predefinirles) no lo executan, y se resistiesen a mi dominio, y a no obedecer las órdenes de los generales, experimentarán las más rigurosas demostraciones de mi justa indignación”
(Ordenes dirigidas por Felipe V al duque de Pópuli a fin de forzar la rendición de Barcelona, Archivo General de Simancas, Sección Estado, libro 413, folio 1).

En estricto cumplimiento de esta disposición, las medidas puestas en práctica por parte de los ejércitos borbónicos fueron de una brutalidad extrema. La primera de estas medidas se puso de manifiesto en la ocupación por parte de las tropas borbónicas, que avanzaban desde Valencia, de la plaza de Tarragona el 14 de julio de 1713.

En realidad la ocupación de la plaza de Tarragona se produjo tras una evacuación previa de las tropas austrogermánicas, y-aquí viene lo importante- con una radical distinción entre el trato dispensado por parte de las tropas borbónicas a los efectivos del ejército imperial austroalemán y el resto de tropas que componían la guarnición, es decir, los combatientes catalanes.
Los primeros, a pesar de pertenecer al ejército enemigo, quedaron protegidos por la letra y clausulas del Tratado de Utrecht, y bajo esta condición se les permitió la salida de la ciudad con honores militares con destino a Italia y otras partes de Europa.
Por el contrario, al resto de combatientes ( catalanes en su gran mayoría, junto a unos pocos efectivos de aragoneses y valencianos resistentes) les esperaba otra suerte…


El día de julio de 16 de julio de 1713 tuvo lugar la batalla de Torredembarra, población cercana a Tarragona. En este hecho de armas se enfrentaron un numeroso grupo de voluntarios catalanes comandados por el general Nebot ( 500 jinetes y 750 fusileros de infantería) a los que se enfrentaron una fuerza borbónica que le triplicaba en número, comandada por el brigadier general Diego Gónzalez.

La tropa del general Nebot fue reclutada precipitadamente para acudir en defensa de Tarragona e intentar impedir la ocupación de ésta, -vano intento- que se había producido 2 días antes por parte del marqués de Lede. El desenlace de la batalla se produce ese día 16 de julio, con una absoluta derrota sin paliativos de los voluntarios catalanes de Nebot.

advertido el general Gónzalez que la infantería se retiraba sin ordenanza, mandó a toda su caballería dar sobre los voluntarios y fusileros, y a poca costa tomó unos 400 prisioneros, y dejó sobre el campo de 70 a 80 hombres”
( Archivo Histórico Nacional, Estado, rollo 433-1, 18 de julio de 1713, informe remitido por el Marqués de Lede a José Grimaldo, ministro de Felipe V).

El trato dispensado a los prisioneros fue de desproporcionada represalia. Fueron concentrados en la plaza fuerte de Tarragona conjuntamente con los otros combatientes catalanes hallados en la ciudad y que no habían ofrecido resistencia alguna. Se les aplicó el llamado “diezmo de horca”. Es decir, ahorcar, como medida ejemplarizante, a uno de cada diez prisioneros. Al resto se les condenó a galeras o a trabajos forzados. No es ninguna fabulación histórica del nacionalismo catalán. Ocurrió de verdad, y aquí tenemos diversos y contrastados testimonios de las autoridades que lo ejecutaron, emitidos con la desvergüenza que sólo puede mostrar el que se sabe seguro vencedor:

“ en Tarragona las cabezas principales, y otros más, soldados y sediciosos, fueron ahorcados inmediatamente”
(Biblioteca de la Universidad de Barcelona. Manuscrito nº 1970, folio 311 perteneciente a los papeles de Francisco d’Ametller, botifler catalán miembro del Consejo de Castilla).

“ el brigadier Diego González logró una aventajada función ( operación militar) en la Torre de Embarra sobre un número de voluntarios, con quienes -more belli-, sin auctos ni figura de juicio, se practicó el castigo de ahorcar el diezmo, y echar a los demás a galeras”
( Archivo de la Corona de Aragón, sección Real Audiencia, 4 de enero de 1721, informe judicial redactado para revisar la condena de Josep Llucià, excombatiente catalán que llevaba 8 años remando como galeote).

“ encargo al Marqués de Lede que haga ahorcar luego a todos los voluntarios y a sus oficiales, que creo no son en gran número, y que a los demás les eche a galeras, pues están en aquel puerto”
(Archivo Histórico Nacional, rollo 433-1, 17 de julio de 1713, Informe del Duque de Pópuli a José Grimaldo, ministro de Felipe V).


Respecto de la falta de garantías procesales con que fueron aplicadas las penas, sin juicio previo, Melchor de Macanaz, en una consulta dirigida al Consejo de Castilla, justificaba plenamente estas ejecuciones amparándose en la supuesta gravedad de los hechos- como delito de Lesa majestad- que era imputable a los detenidos
“…para proceder al castigo, imponer la pena de muerte, y confiscar los bienes en el caso de delito de Lesa Majestad (…) no se necesita forma de proceso, estrépito, ni figura de juicio, ni se requieren términos ni solemnidades, sólo se procede sabida la verdad por al noticia dada de los hechos”

Basta por hoy. Tal y como amenazaba al principio de la entrada, la historia seguirá en sucesivos capítulos, por si hay alguien interesado en conocerla....
Salud, Paz y Amor a todos.