sábado, 22 de septiembre de 2012

maKTūB: lo que está escrito



Esto me pasó de verdad. Ojo. Verídico. Real. Verdad  verdadera. Based on a true story. Palabrita del niño Jesús.

Una tarde de primavera , hará un par de años, circulaba con mi Daewoo  matiz a una más que prudente  velocidad de 80 km/h por una recta larga de la carretera pm 803, dirección Sant Josep de Sa Talaia. Delante de mí, una furgoneta Renault kangoo con el techo de plástico, en dos placas, de esas que se pueden retirar por si llevas  objetos largos que no caben en el coche. La placa trasera del techo sale de repente volando y se estampa contra mi faro delantero derecho, -impacto 1-,rebota, y da en mi parabrisas, agrietándolo completamente ,- impacto 2-. Si no hubiese mantenido la distancia de seguridad no lo cuento. La placa sigue su vuelo anárquico  y se mete , fuera de la carretera, entre los matorrales, perdiéndose en la espesura.

Freno y me meto en el arcén. La Kangoo también frena y se mete en el arcén, unos metros más adelante. De repente salen tres tipos, un abuelete,  un cuarentón  y un chaval joven.  Tienen todos pinta de magrebíes. Corren hacia mí. 
Error, pasan de largo sin mirarme,...y  corren hacia donde parece que ha caído la placa del techo y gritan cosas en árabe. Separado de ellos por unos metros les digo:

-Eh, vosotros. Estoy bien, gracias. Sigo vivo. ¿ Hacemos el parte para el seguro?.
Encuentran su deseado y mortífero cacho de PVC y vienen hacia mí. El más mayor me mira en silencio.
- Casi me matáis. Un poco más y no lo cuento. 
- Gracias a Dios  estás sano y salvo. Alá lo ha querido así. Los otros dos asienten solemnemente con la cabeza a la lapidaria sentencia del habibi viejuno.
Afortunadamente  tenían su cutrefurgoneta al corriente de pago del seguro obligatorio a terceros, por un momento pensé que Alá también había dispuesto que la broma me saliese por una pasta.

Amiguetes, esto no es más que la introducción del relato de hoy. Un precioso cuento persa, que leí el otro día, que me gustó mucho, y que os transcribo a continuación. Así lo cuenta Farid al-Din ‘Attar:


Una mañana, el califa de una gran ciudad vio que su primer visir se presentaba ante él en un estado de gran agitación. Le preguntó por la razón de aquella aparente inquietud y el visir le dijo:
-Te lo suplico, deja que me vaya de la ciudad hoy mismo.
-¡ Por qué?
-Esta mañana, al cruzar la plaza para venir a palacio, he notado un golpe en el hombro. Me he vuelto y he visto a la muerte mirándome fijamente.
-¿La muerte?
-Sí, la muerte. La he reconocido, toda vestida de negro con un con un chal rojo. Allí estaba, y me miraba para asustarme.

Porque me busca, estoy seguro.Deja que me vaya de la ciudad ahora mismo. Cogeré mi mejor caballo y esta noche puedo llegar a Samarkanda.
-¿De verdad que era la muerte?¿Estás seguro?
-Totalmente. La he visto como te veo a tí. Estoy seguro de que eres tú y estoy seguro de que era ella. Deja que me vaya, te lo ruego.
El califa que sentía un gran afecto por su visir, lo dejó partir. El hombre regresó a su morada, ensilló el mejor de sus caballos y, en dirección a Samarkanda, atravesó al galope una de las puertas de la ciudad.
Un instante más tarde, el califa, a quien atormentaba un pensamiento secreto, decidió disfrazarse, como hacía a veces, y salir de palacio. Solo, fue hasta la gran plaza, rodeado por los ruidos del mercado, buscó a la muerte con la mirada, y la vió, la reconoció. El visir no se había equivocado lo más mínimo. Ciertamente era la muerte, alta y delgada, vestida de negro, el rostro medio cubierto por un chal rojo de algodón. 
Iba por el mercado de grupo en grupo sin que nadie se fijase en ella, rozando con el dedo el hombro de un hombre que preparaba su puesto, tocando el brazo de una mujer cargada de menta, esquivando a un niño que corría hacia ella.
El califa se dirigió hacia la muerte. ésta, a pesar del disfraz, lo reconoció al instante y se inclinó en señal de respeto.
-Tengo que hacerte una pregunta-le dijo el califa en voz baja.
-Te escucho.
-Mi primer visir es todavía un hombre joven, saludable, eficaz y probablemente honrado. Entonces 
¿ Por qué esta mañana cuando él venía a palacio, lo has tocado y asustado?¿Por qué lo has mirado  con aire amenazante?
La muerte pareció ligeramente sorprendida y contestó al califa:
-No quería asustarlo. No lo he mirado con aire amenazante. Sencillamente, cuando por casualidad hemos chocado y lo he reconocido, no he podido ocultar mi sorpresa, que él ha debido tomar como una amenaza.
-¿Por qué sorpresa?-preguntó el califa.
-Porque-contestó la muerte-no esperaba verlo aquí. Tengo una cita con él esta noche en Samarkanda.

Salud, paz y amor a todos.



domingo, 16 de septiembre de 2012

Por la palabra



Me gusta la voz de Annie Lennox. Bueno, y ella, por supuesto. Hoy he vuelto a oír“why” y he vuelto a pensar en mí mismo cuando canta eso de “I tell myself too many times//
Why don't you ever learn to keep your big mouth shut”.

La incontinencia verbal, probablemente, uno de mis más graves problemas. Y al mismo tiempo, una tabla de salvación. Porque si no escribiera de cuando en cuando acabaría loco. Bueno, más, quiero decir.

Todo esto viene a cuento por un cuento, que leí hace unos días. Me gustó, y por eso os lo transcribo. No es mío. Es una vieja historia africana que tiene como protagonistas a la palabra y al silencio, y relata que...

Un pescador encontró en una playa un cráneo y le preguntó por maldad que le había llevado allí.

De la mandíbula muerta surgió una voz que contestó:
-La palabra.
El pescador corrió asustado hacia su pueblo y ante su rey.
Contó su extraordinario encuentro.
-¿Un cráneo que habla?-preguntó el rey, que pensaba que el hombre había bebido demasiado o había sido golpeado por un bambú-. Te lo advierto: ¡Si me has contado una estupidez, despídete de tu cabeza!
El pescador, muy locuaz, condujo al rey y a todo su séquito ante el cráneo que estaba en la playa. Pero esta vez el cráneo, obstinado, se negó a hablar. A pesar de la irritación y de las súplicas del pescador, no dijo nada, se quedó mudo como un vulgar cráneo.
El rey sacó su sable y le cortó la cabeza al pescador. Después regresó al pueblo con su séquito.
Entonces el viejo cráneo le preguntó a la cabeza recién cortada, que había caído a su lado en la arena:-¿Qué es lo que te ha traído aquí?.

-La palabra-contestó la cabeza.

Salud, Paz y Amor a todos.
 
( Relato extraído de “ El Círculo de los mentirosos. Recopilación de cuentos a cargo de Jean Claude Carrière)